Ser padres no es fácil. En nuestro caso, debimos recurrir a la ayuda de una señora, doña Mónica, quien nos colabora con las tareas del cuidado de Cami. Desde que ella inició sus labores en nuestro hogar, acordamos que comenzaría su jornada a las 9:00 de la mañana y se extendería hasta las 3:00 de la tarde. Las instrucciones son claras como puntuales, atender en todo a nuestra bebé de seis meses.
No tengo queja alguna. Doña Mónica se esmera en preparar los alimentos de la niña con toda pulcritud y diligencia. Ella sabe exactamente lo que queremos y cómo lo queremos, de manera que se esfuerza en hacerlo; además, ha desarrollado bastante empatía con Cami, se nota del amor y aprecio que se tienen.
Su presencia en nuestro hogar nos ha ‘quitado una carga de encima’, literalmente las cosas funcionan bien y se ha aliviado este difícil momento lleno de responsabilidades; nosotros también hemos comenzado a apreciar a doña Mónica, es una persona muy especial. Podemos atender nuestros trabajos y obligaciones, sabiendo que ella cuida muy bien de nuestra hija.
Por eso, a veces pienso sobre cómo debería comportarme con ella, pues desde hace un par de semanas ha adoptado el hábito de llegar a casa y comenzar a orar y leer la Biblia por espacio de treinta minutos todos los días, en la habitación de Cami. Esto, a pesar que según el horario que recomendó el pediatra, la niña debería tomar su biberón justo a esa hora, pero doña Mónica ha preferido atender su actividad de fe.
Por supuesto que le he reclamado por su comportamiento, le he pedido que por favor asista a la bebé con algo tan importante como su tetero, pero al parecer esto le ha ofendido y me recrimina que estoy violando su derecho a la libertad religiosa y desarrollo de su libre personalidad. Honestamente, esto me tiene algo desconcertado; pero lejos de hacer algo semejante a lo que me reclama, lo que espero es que ella destine el tiempo laboral al trabajo y su tiempo libre a las cuestiones de su fe particular, pues su comportamiento nos está afectando en la familia.
Hace algunos días atrás que doña Mónica habló conmigo sobre el asunto y me dijo que si yo no le respetaba su tiempo para el ejercicio religioso en el trabajo, ella me demandaría y que está a la espera de hacerlo, pues un grupo de activistas cristianos han recogido firmas para promulgar una ley que le de libertad a ella de continuar con su oración durante la jornada laboral. Es muy posible que esto ocurra, pues los cristianos han ganado bastante poder electoral y tienen varios diputados y políticos que los apoyan.
Esta situación me ha hecho reflexionar sobre los empleados de grandes empresas, tanto del Estado, como privadas, quienes se han organizado y están tomando tiempo laboral para sus actividades religiosas. No sé cómo podremos enfrentar esto, pues en ningún momento quiero atacar a doña Mónica y su creencia, sólo espero que Cami pueda tomar su biberón a las horas correspondientes.
¡Que bueno sería que durante el tiempo de trabajo, trabajemos; y durante el tiempo de oración, orásemos!
Por David A. Gaitan
Periodista – Pastor
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Con todo respeto por doña Monica, quisiera decir que a ella la contrataron para trabajar,que le pagan su dinero a cambio de un servicio determinado, durante un tiempo limitado.Cada minuto de ese tiempo no le pertenece a doña Monica ,sino que le esta siendo pagado para que atienda a un niño.Creo que no realizar su labor, es lo mismo que robar el dinero a los que la contrataron,justamente para eso: trabajar seis horas completas.La honestidad es un buen testimonio que glorifica a Dios ya que nuestras acciones son el fruto de la presencia de Dios en nuestra vida.