
«El modelo colonialista de iglesia ha causado mucho daño y ha sido instrumental para los imperios, y ahora multinacionales. Para tener un modelo de iglesia ecuménico, multicultural, y en relación con otras comunidades de fe tenemos que cambiar paradigmas y desechar la idea de que la predicación evangélica se refiere única y exclusivamente a “salvar a los perdidos/as, de ganar almas para cristo”, de hacerles repetir oraciones e irnos con el sentido de satisfacción porque nos creemos pequeños “mesías”.
Este énfasis enfermo en “convertir” tiene como base la idea de que el cristianismo es superior y que todo el resto del mundo que no es cristiano DEBE convertirse a nuestra determinada religión para “salvarse”. Este modus operandi es invasivo, arrogante, y colonialista, y crea y creó ya mucho daño como herramienta para la asimilación forzada a la cultura occidental judeo-cristiana. La historia está llena de ejemplos de divisiones, genocidios y guerras a causa de la obsesión por lograr el monopolio de la verdad que conlleva la sed del monopolio del poder…» (1)
Esther Baruja
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